Tierno probablemente no es la palabra que asocias con el pasaje de Marcos 13 usado en el Primer Domingo de Adviento. No, aquí encontramos las enseñanzas apocalípticas de Jesús: palabras audaces sobre el oscurecimiento del sol y las estrellas cayendo del cielo, sobre el Hijo del hombre viniendo con gran poder y gloria.
La palabra “tierno” aparece en este pasaje, pero en el contexto de leer las señales de los tiempos: “Cuando (las) ramas (del higuero) se ponen tiernas, y brotan sus hojas, se dan cuenta ustedes de que ya el verano está cerca.” Jesús no está hablando de la rama como amable y bondadosa como la palabra “tierno” nos puede indicar. Está hablando de leer las señales cuando ves que la rama es sensible, cuando es delicada al tacto. Sin duda Jesús ve y entiende las señales alrededor de él; sabe que está entrando en la época del juicio como lo describe Marcos, la época de oscuridad como dice Lucas. Pronto vienen la traición, las negaciones, el abandono, el juicio, la tortura, y la cruz. Este Jesús que un día vendrá con gran poder y gloria, también sufre y llora y pide a sus amigos mantenerse despiertos con él durante su momento de juicio, en su momento de oscuridad.
Pero aún más, este Jesús que da vistazos de su poder y majestad cuando volca las mesas de los cambistas y confunde los santurrones en sus esfuerzos hacerle tropezar, es el mismo Jesús que lee señales de dolor humano y necesidad en los que le tienden la mano. Y responde tiernamente.
Al leproso al comienzo del evangelio de Marcos que le ruega a Jesús sanarlo -- “si quieres" -- Jesús responde no con señales de poder ni con una sanación inmediata con el chasquido de los dedos sino diciendo, “Quiero.” Jesús le toca al hombre antes de hacerlo limpio. Jesús ve la ternura del dolor del hombre y responde con la ternura de su amoroso corazón.
A los niños pequeños y sus desesperados padres que se acercan a él buscando una bendición y enfrentan a los discípulos que los echan como no merezcan su atención, Jesús responde con cuidado tierno, incluso cuando indigna a los que se llaman sus seguidores pero no pueden ver las señales de necesidad humana. Cuando nos sentimos débiles y agobiados, fijémonos nuestra esperanza en la bendita verdad que este mismo Jesús que un día vendrá con gran poder y gloria es también el mismo que nos acompaña ahora mismo, con ternura en su corazón y bálsamo para nuestras almas fatigadas. Resonemos las palabras del antiguo canto que dice, “Cuando mi corazón me duele, Señor, quiero que Jesús camine conmigo.”