Una palabra singular puede cambiar el mundo. La Palabra nos creó, y nos viene encarnada en Jesús; ha sido dada a ti y a mi. Si no escuchamos atentamente, podemos faltarla cuando se la nos dice. Si no la encarnamos y compartimos nosotros mismos, perdemos la oportunidad ser transformados y traer transformación. El mundo anhela una palabra. El mundo anhela un mensajero. El mundo te anhela. Aceptemos el llamado hoy día, para recibir esa Palabra, para encarnarla, y, sobre todo, para compartirla.