El Adviento es, por supuesto, una temporada de expectativas esperanzadas, perseverando hacia la promesa. Se podría decir que toda la vida trata de las expectativas esperanzadas, perseverando hacia la promesa, a pesar del camino largo y duro que enfrentamos. En efecto, a lo largo del relato bíblico y la historia de la iglesia, nos encontramos con personas fieles aferrando a la esperanza, a veces por un hilo delgado, aferrando a una promesa muy alejado de su realidad dura.
Algunos echaron un vistazo de algo glorioso mientras luchaban. Como proclamó Martin Luther King Jr. antes de ser asesinado: “He visto la tierra prometida.” Como Moises antes de él y demasiados durante toda la historia, Dr. King no presenciaba la realización de esa promesa. Pero si echó un vistazo, y en su vida, compartía un sueño de justicia e igualdad y oportunidad para los hijos de Dios… para TODOS los hijos de Dios. Aferraba a la esperanza, negando de vacilar, y urgía a otros hacer lo mismo.
A veces, es difícil de continuar a ver la promesa mediante la niebla que nos envuelve, la tormenta que nos persigue. La vida puede ser muy difícil y las fuerzas de oscuridad tan abrumadoras, y es comprensible que podemos ser tentados a renunciar, a soltar la esperanza, a soltar el sueño. Pero todavía, como nota el salmista, incluso en «el más oscuro de los valles,» no estamos solos; el Pastor nos acompaña. Nuestra canción es “O ven, o ven, Emmanuel” precisamente porque nos atrevemos a creer en Emmanuel, Dios con nosotros. Y si Dios realmente está con nosotros, Dios está con TODOS nosotros. La promesa perdura. La esperanza — el sueño — permanece seguro… a pesar de la niebla y la tormenta, a pesar de la tormenta.
Como profeta y constructor de puentes en Sudáfrica durante el régimen malvado del apartheid y en los años desde entonces, el arzobispo Desmond Tutu ha dicho: “Tus hechos ordinarios de amor y esperanza señalan la promesa extraordinaria que cada vida humana es de valor inestimable.” Por nuestros hechos pequeños y aparentemente insignificantes de bondad y cuidado cada día, nos comprometemos otra vez a la promesa. Hablando alto y poniéndonos en pie por los que están silenciados y marginados, proclamamos que rehusamos vacilar en nuestra esperanza de la promesa.
La promesa de un mundo que es la Comunidad Amada es real y verdadera, y somos sus embajadores, heraldos del Camino del Amor, por el amor de Dios, y por el amor de TODOS los hijos de Dios.