El profeta Jeremías proclamó que el Señor cumpliría la promesa hecha a Israel, y Dios cumplió su promesa en la venida de su hijo, Jesucristo. ¿Cómo podemos nosotros, a nuestra vez, como cristianos, dar testimonio de esta promesa cumplida? La segunda Epístola de Pablo a Timoteo ofrece estas instrucciones: “Pero tú conserva siempre el buen juicio, soporta los sufrimientos, dedícate a anunciar el evangelio, cumple bien con tu trabajo.” Cada uno de nosotros tiene un ministerio, un llamado, ya seamos laicos o clérigos. Cumplir con nuestro llamado puede significar simplemente caminar el camino del amor, sirviendo como embajadores del bondad amorosa de Dios en nuestras comunidades locales y el mundo.