Mi amiga, Mary W. Cox, comenzó hace varios años una práctica de caminar cada día. Pronto, conectó la práctica con una disciplina de escritura. Inspirada por sus paseos o los acontecimientos del día, escribe haikus notables, de alguna manera doblando la estructura muy específica de esta forma de poesía japonesa en una instantánea provocativa — haciendo todo en diecisiete sílabas. Gentilmente comparte estos dones poéticos en sus redes sociales, y aquí, en esta meditación. Estos poemas son como salmos del mundo actual, respondiendo y reflexionando sobre la amplitud de la vida, la gracia y la gloria, la agonía y la pérdida. Son un testimonio tangible de la alabanza que estamos llamados a ofrecer a Dios: por la belleza de la creación, la consideración de un árbol umbroso, el esplendor del océano, el susurro de las alas de una mariposa. Debemos alabar a Dios por canciones y amigos, almuerzos largos y libros nuevos, esposos e hijos y padres y hermanos, y por todos los muchos dones que se nos dan libremente.
Con frecuencia, Mary se deleita en las maravillas de la creación. Con un ojo agudo y un espíritu curioso, se acerca a la curva de una flor, la obra de una abeja, las hojas de los árboles:
Inclinado, el narciso
barrita por la pajilla de pino,
“Escúchame, tierra fría: La primavera vendrá.”
Si hay una tabla rasa,
La lluvia la lavó — canaletas llenando
de cielo, árboles, hojas perdidas.
En otras ocasiones, Mary sucumbe al capricho, inspirada por letreros de jardín y basura de la calle, o aún la compra de un nuevo par de zapatos:
Ablandando nuevos zapatos—
o quizás simplemente reentrenando
algunos viejos pies desgastados.
Y luego hay días difíciles, cuando sería fácil apartarse de alabar a Dios. Cuando nos arrastramos y gritamos, soltamos golpes y nos desplomamos, y cuando lamentamos:
Cada día de este año— perdido,
alguna cosa ordinaria
que damos por hecho.
Las palabras de Mary se unen a los salmos para recordarnos a alabar a Dios no sólo en la fiesta sino también en la hambruna, porque Dios siempre está con nosotros. “El Señor sostiene a los que caen… (y) está cerca de los que lo invocan” (Salmo 145:14,19). Y eso es digno de alabanza.