#ALABANZA

December 5, 2021

Mi amiga, Mary W. Cox, comenzó hace varios años una práctica de caminar cada día. Pronto, conectó la práctica con una disciplina de escritura. Inspirada por sus paseos o los acontecimientos del día, escribe haikus notables, de alguna manera doblando la estructura muy específica de esta forma de poesía japonesa en una instantánea provocativa — haciendo todo en diecisiete sílabas. Gentilmente comparte estos dones poéticos en sus redes sociales, y aquí, en esta meditación. Estos poemas son como salmos del mundo actual, respondiendo y reflexionando sobre la amplitud de la vida, la gracia y la gloria, la agonía y la pérdida. Son un testimonio tangible de la alabanza que estamos llamados a ofrecer a Dios: por la belleza de la creación, la consideración de un árbol umbroso, el esplendor del océano, el susurro de las alas de una mariposa. Debemos alabar a Dios por canciones y amigos, almuerzos largos y libros nuevos, esposos e hijos y padres y hermanos, y por todos los muchos dones que se nos dan libremente. 

Con frecuencia, Mary se deleita en las maravillas de la creación. Con un ojo agudo y un espíritu curioso, se acerca a la curva de una flor, la obra de una abeja, las hojas de los árboles:

Inclinado, el narciso

barrita por la pajilla de pino, 

“Escúchame, tierra fría: La primavera vendrá.”

Si hay una tabla rasa,

La lluvia la lavó — canaletas llenando

de cielo, árboles, hojas perdidas.

En otras ocasiones, Mary sucumbe al capricho, inspirada por letreros de jardín y basura de la calle, o aún la compra de un nuevo par de zapatos:

Ablandando nuevos zapatos—

o quizás simplemente reentrenando

algunos viejos pies desgastados.

Y luego hay días difíciles, cuando sería fácil apartarse de alabar a Dios. Cuando nos arrastramos y gritamos, soltamos golpes y nos desplomamos, y cuando lamentamos:

Cada día de este año— perdido, 

alguna cosa ordinaria 

que damos por hecho.

Las palabras de Mary se unen a los salmos para recordarnos a alabar a Dios no sólo en la fiesta sino también en la hambruna, porque Dios siempre está con nosotros. “El Señor sostiene a los que caen… (y) está cerca de los que lo invocan” (Salmo 145:14,19). Y eso es digno de alabanza.

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