El reino del cielo es un lugar de abundancia “donde el vino nunca acaba,” como predicó mi rector una vez sobre la boda en Caná. Esa frase resuena en mi mente como un recuerdo del amor abundante de Dios por nosotros. El Adviento es una temporada de preparación. ¿Pero es posible que pongamos demasiado valor en las preparaciones de nuestro alrededor? ¿Cómo podemos tranquilizarnos y saber que el amor de Dios ya es abundante, dejando más espacio en nuestros corazones para compartir las buenas noticias de ese amor, y para compartir abundantemente nuestros dones con el mundo esta temporada?