Cuando magnificamos, agrandamos una cosa, la ampliamos, sin importar su tamaño original. La magnificación no requiere un tamaño pequeño para empezar. Requiere amor y fe para crecer.
Cuando Dios magnifica, Dios agranda todas las cosas sin importar su tamaño original. Dios milagrosamente, maravillosamente, hermosamente, y completamente agranda, amplia, estira, cultiva, profundiza, exagera, aumenta, intensifica… a todos nosotros. Nosotros, nosotros mismos y nuestros deseos más íntimos, descansamos completamente en el cuidado meticuloso y tierno de Dios. Dios, que aumenta lo mejor de nosotros y pide que busquemos lo mejor en los demás por el amor de Dios. Magnificando nuestra bondad, nuestra integridad, nuestros esfuerzos y nuestro cuidado. Agrandando lo que ya sea grande, o pequeño, por medio de nuestra atención. Magnificando la atención y el amor.