Cada ser humano se relaciona con la lluvia de manera única dependiendo de los momentos del día, las épocas del año y la región geográfica. Ya sea que aparezca de repente o nos toque reunidos en comunidad tras rogar por ella, ante su llegada nos sentimos agradecidos por lo que nos prodiga. Llega cargada de momentos de paz—aunque a veces destruye todo a su paso, destapa injusticias, y nos alerta al cambio. Invito a que vivamos en nuestra alma esa espera sagrada de la lluvia en preparación de la venida del gran regalo del amor divino que vivirá entre nosotros.
La Rvda. Ema Rosero-Nordalm es una profesora jubilada y una diácona en la Diócesis de Massachusetts. Le apasiona servir a la comunidad Latina, empoderar mujeres y enfocarse en cuestiones de justicia social y racial.