Durante Adviento, solemos enfocarnos en el nacimiento del niño Jesús, que viene para cambiarlo todo para todo el mundo. Pero esta palabra, “sediento” me recuerda el precio que Jesús pagó por todas y todos nosotros. Mientras colgaba de la cruz, declaró: “Tengo sed”. Tengo sed. El agua es esencial para sostener la vida, y Jesús la necesitaba. Nosotros también la necesitamos, tanto como necesitamos a Jesús, el bebé cuyo nacimiento esperamos, el niño que fue al templo, el hombre que predicó, enseñó y murió por toda la raza humana. Nosotros también estamos sedientos.
Helen Spence es episcopal de cuna (de la iglesia Episcopal en Delaware). También sirvió en la Diócesis de Virginia, donde ha vivido por 35 años. Ha estado casada por 45 años; tiene dos hijos adultos y cuatro nietos.